Ahora que acaba un cuatrimestre lleno de estrés, entregas semanales y trabajo constante sobre la ciudad de la Habana, sí cabe plantearse la pregunta de qué podría aportar yo a la ciudad.

No fue un proyecto complejo en cuanto a contenido, desde el inicio teníamos clara que la idea debía potenciar y mejorar esa parte de la ciudad. la forma y la solución fue lo que lo complicaron después. es gracioso pensar que esa rapidez para captar la idea haya sido fruto de un estudio pormenorizado de una zona restringida y la diferenciación de sus partes según una serie de conceptos. Parecía, a veces, que ese estudio se limitaba a la elección de unos cuantos colores y la terminación con un bonito resultado pero en realidad nos ha capacitado para aprender a leer ciudades, estudiar la densidad de sus manzanas, distribución de las funciones en ella y cómo a raíz de ello sacar un buen proyecto.

Hemos adquirido el punto de vista del urbanista. hemos mejorado el del arquitecto. El del ciudadano; ya lo teníamos. Hemos adquirido la capacidad suficiente para intervenir en un lugar aportando los tres puntos de vista que hacen posible que una ciudad funcione: las necesidades y carencias que una ciudad alberga en su interior, la capacidad técnica que permite ordenar y adaptar esas necesidades al lugar y la mano creativa que haga de elemento fusionador entre la necesidad y la ejecución, integrandolo en el entorno y dando lugar a un perfecto resultado.

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