Ciudad contemporánea VS ciudad histórica
La ciudad es un organismo vivo en un continuo crecimiento y transformación. Estos cambios son experimentados por una sociedad que va descubriendo nuevas formas de vivir y de pensar; la arquitectura es la actividad encargada de acondicionar la ciudad plasmando estos cambios de pensamiento y de costumbres. Pero la existencia a lo largo del tiempo de este organismo vivo que es la ciudad va generando un legado material, como recuerdos de la juventud de la ciudad. Esta herencia provoca una disyuntiva en la evolución de la ciudad entre la conservación de esta cultura material del pasado, o la sustitución de estos sistemas obsoletos por otros sistemas más actuales que satisfacen nuevas costumbres y necesidades de la sociedad, dando paso a una arquitectura contemporánea.
En el match desarrollado en la última clase, se llegó a un desenlace muy interesante: empate. Y es que debe ser así, debe haber un equilibrio. No podemos renegar de lo que fuimos y destruir toda esa cultura que nos precede, sería una pérdida irrecuperable, pero tampoco podemos quedarnos estancados en la historia y que la ciudad se convierta en un fantasma de sí misma, como ha pasado con Venecia. En el momento en el que la ciudad se vuelve intocable pasa a convertirse en un museo urbano solo apto para visitas que no se puede habitar.
La ciudad histórica ha sido creada de forma muy lenta y progresiva, como si de un oficio artesanal se tratara moldeándose y adaptándose a las necesidades más inmediatas de los ciudadanos del momento. Los cambios en el desarrollo y las necesidades de las ciudades de antaño (sobre todo antes de la revolución industrial) se producían muchísimo más despacio prolongándose en el tiempo. De manera que aunque se partiera de una planificación urbana, ésta se iba transformando y alterando, combinando la planificación con la improvisación, el estudio urbano con el ensayo y error. Como resultado tenemos cascos históricos con una arquitectura muy rica en la que se combinan y superponen todos estos diferentes estratos temporales de estilos, arquitecturas, tramas urbanas etc…
Entre la ciudad contemporánea y la ciudad histórica se aprecian grandes diferencias en la ocupación del terreno, el uso de escalas, etc… Existe una ruptura en la que se crean estos dos conceptos diferenciados de ciudad que se produjo a raíz de la revolución industrial y la aparición del vehículo de motor; en definitiva, la ciudad histórica y la ciudad contemporánea manejan distintos lenguajes urbanos.
En el casco histórico todo está a mano, se puede ir a todos sitios a pie y, por tanto, se favorece la interacción entre las personas: se hace ciudad. En cambio la ciudad contemporánea en muchas ocasiones está más enfocada al uso del vehículo. Pero hay nuevas necesidades a las que el casco histórico no puede dar respuesta o, al menos, no por sí solo: hay que acondicionarlo.
En contraposición, la ciudad contemporánea se suele asociar con el proceso de creación en cadena característico de la industrialización en el que suele ser prioritaria la eficiencia, ejecutar la máxima cantidad de edificación dando lugar en muchos casos a tipologías estandarizadas. El estilo de las ciudades contemporáneas suele ser más universal y es más difícil establecer singularidades que den una imagen personal a un barrio o incluso a una ciudad y que la diferencie claramente de las demás. Por ese motivo las ciudades contemporáneas carecen de ese encanto del que gozan las históricas; aunque por otro lado dan respuesta a las necesidades de hoy en día, que es lo primordial. Carreteras, calles anchas con aparcamiento… todo esto lo encontramos sólo en la ciudad contemporánea. Las instalaciones en general, son mejores o más sencillas de disponer que en la parte histórica. En resumen, son más habitables.
Pero la ciudad contemporánea no significa sólo crear nuevos barrios y edificios, sino acondicionar los antiguos que no desempeñan bien una función para que no caigan en desuso, reinventar los cascos históricos aprovechando y potenciando las singularidades y cualidades positivas preexistentes para seguir satisfaciendo a los ciudadanos.
Pero, ¿pueden desarrollarse actividades contemporáneas en edificios históricos? La respuesta es sí.
En cambio no se puede conservar un edificio que no se usa y el hecho de incorporar las nuevas actividades—ya sean culturales, administrativas o económicas—en edificios que tienen un valor patrimonial es fundamental para que se asegure su existencia. Debemos conservar los edificios que tengan un valor cultural o histórico ya que son parte de la memoria colectiva y de la identidad de la ciudad.
En resumen, debemos saber utilizar nuestra herencia de una forma coherente con nuestros tiempos y hacer que lo histórico y lo contemporáneo coexistan para salvar esa ruptura que existe entre estas dos concepciones de ciudad.