Es fácil definir una calle, por su propio concepto y por su función en sí. Para mí, la calle es la expresión palpable de la ciudad viva, es lo que vemos los ciudadanos, lo que vivimos directamente, y con lo que hacemos que la ciudad palpite y fluya diariamente.

Ascher nos presenta una cronología de cómo ha evolucionado la funcionalidad y la especialización de la calle históricamente. Monofuncional o multifuncional, la calle ha gozado de su lógico diseño, erróneo o no visto desde la perspectiva actual, pero coherente para el lugar y el tiempo en que se concibió su trazado. Hoy día se disfruta la calle, anhelamos ese sentimiento cuando no existe.

Interesante la reflexión sobre cómo el transporte urbano distribuye la calle. Es el verdadero motor de la planificación. Es pues, el que va a definir los modelos, en función de los objetivos, diferentes y aplicados medios de transporte en cada caso.

Tendemos a la multifuncionalidad, a calles de variado uso, a encuentros en masa con diversas culturas, economías, políticas, visiones sociales y económicas, donde habrá que unificar con la distribución de la calle, pero también separar, sobre todo en aquellas zonas específicas que requieran una solución concreta.

Desde mi punto de vista, se puede unificar y separar al mismo tiempo. Muy acertada la idea de distribuir en vertical, no sólo en horizontal; puesto que determinadas zonas urbanas carecen de espacio suficiente para reorganizar servicios y hacerlos partícipes de la vida en la calle. Una forma muy acertada de “ganar la calle” sin invadir la calle. 

Imagen propia. Acuarela. El viajero que nunca partió.