En este difícil de leer artículo, tanto por el contenido como por las erratas, las faltas de ortografía y la pésima redacción, Rosa Barba reflexiona sobre qué hace distintos a los lugares, que es la estructura que tienen, como introducción para después centrarse en la función de los ejes y en la importancia de estos en el urbanismo a lo largo de la historia. Para ello hace un repaso por los principales hitos de la historia del urbanismo en los que los ejes han tenido un papel relevante: las ciudades romanas, los ensanches del XIX, las ciudades más importantes ya en el siglo XX (París, Madrid, Berlín, Nueva York).

Los ejes han sido un instrumento fundamental de ordenación no sólo de los asentamientos humanos sino también de las actividades: han vertebrado las ciudades y absorbido los flujos de personas, mercancías y agua que han dado vida a los territorios. Físicamente, pueden ser vías amplias, corrientes de agua o calles donde se concentran los comercios; digamos que hay cierta subjetividad en su definición. Probablemente, el responsable de tráfico de una gran ciudad tenga una idea de eje un tanto distinta de la que tiene la asociación de comerciantes.

Los ejes son una de las principales improntas del ser humano, un sello inconfundible de la antropización del territorio, pues en la naturaleza no se da la línea recta (una vía, un canal, son dos líneas rectas paralelas); la solución más efectiva que adopta el hombre cuando ha superado a la naturaleza y decide adaptarla a él en vez de adaptarse a ella; el primer paso del urbanismo (recordemos a Hipódamo de Mileto) y uno de sus elementos más importantes, pues tienen diversas funciones: unen en unas ocasiones y separan en otras, hilvanan núcleos, organizan el territorio y el tejido urbano y soportan las relaciones humanas entre otras.

Fotografía: Via della Conciliazione, Roma. Fuente: https://it.wikipedia.org