Las funciones de la calle se pueden dividir en tres: atravesar una zona aglomerada, dar acceso a lugares y producir espacio colectivo para diferentes actividades sociales. Las calles pueden albergar una de esas funciones o varias.
La clave del éxito en una ciudad reside en la buena coexistencia de dichas funciones y los usuarios que las van a llevar a cabo.
En los últimos años, el conflicto motor-urbano se decantó por la victoria del motor, pero las ciudades se encuentran con la dificultad de que no se puede acoger a todos los medios de transporte ni a todas las densidades que éstos requieren. Además el humano necesita espacio para sí, los comerciantes necesitan al peatón que pasea y se detiene en las tiendas para ver los artículos.
Debemos de pensar en calles multifuncionales en donde se generen actividades y encuentros no programados, imprevistos. Como dice Rem Koolhaas, el nuevo urbanismo consiste en incertidumbre, crear lugares con potenciales para que en ellos sucedan muchas cosas diferentes.
Pero esto nos plantea un nuevo problema: el conflicto entre ésta idea de limitar las posibilidades y dar oportunidad a la espontaneidad, con la idea de algunos barrios de cerrarse al exterior. Se sienten inseguros de que personas ajenas atraviesen sus calles y creen que lo mejor es poner límites a lo que consideran como suyo. Por lo tanto en la actualidad tenemos el concepto calle y espacio urbano a debate.