Este texto es el prólogo que de Solà-Morales escribe por el libro de Unwin, precursor de ideas que todavía son válidas y increíblemente actuales.

El primer aspecto interesante que trata al autor es la concepción de diversidad en las ciudades. Esta diversidad se desarrolla bajo muchos aspectos: culturales, topográficos, históricos. La observación que es hecha a este punto es que, siendo las ciudades entre ellos diferentes, es difícil, si no imposible, basarse en modelos urbanísticos y aplicarlos al pie de la letra; es necesario, en el momento en que nos se acerca a la planificación de una ciudad, tomar en consideración todas sus características.

Por esta razón, de Solà-Morales distingue dos principios válidos para hacer un buen urbanismo: lo primero es aquel del formalismo, que concierne todos los modelos de urbanismo realizados en los siglos, sobre todo aquellos clásicos y renacentistas, que pueden ser considerados ejemplos importantes de operaciones de planificación; el segundo concierne el informalismo, es decir todas las diferencias, las características y las peculiaridades del lugar que definen la forma del territorio y el modo de vivir de los habitantes.

Según Solà-Morales, y después de una atenta reflexión no puedo que encontrarme de acuerdo, el buen urbanismo es conseguido solamente por el conmixtión de estos dos principios, osea conformando esquemas históricos funcionales a entornos diferentes de los de aplicación original tratando de modificarlos según las características del lugar.

Me parece muy interesante la importancia que el autor atribuye a las características del lugar, sobre todo en un momento como aquel actual dónde las teorías urbanísticas y, sobre todo, arquitectónicas tienen una dúplice dirección: aquella que trata de construir según el contexto y aquella que trata de crear una arquitectura descontextualizada y rica en formas completamente destacadas del alrededor y que pudiera ser posicionada dondequiera, teoría con la que me encuentro en completo desacuerdo.