En este curso, el primero que he tenido contacto directo con el urbanismo, he cambiado totalmente mi parecer respecto de él. Lo cierto es que antes o veía como algo íntimamente relacionado con la arquitectura, pero sin dejar de ser una profesión diferente. Ahora tengo claro que no se puede (o no se debe al menos) hacer arquitectura sin hacer urbanismo, que el arquitecto y el urbanista no tienen por qué ser personas diferentes. 

Con respecto a la idea de urbanismo, a mí me ha ocurrido que cuando tienes tu primera clase pretendes hacer algo similar a lo que has visto, a lo que has vivido, sin saber que precisamente la mayoría de las intervenciones que hay a nuestro alrededor no son las más apropiadas. Hablo de generar líneas rectas, grandes avenidas... Esto es sin duda muy imortante y necesario, pero al final creo que lo que más me ha sorprendido es la potencia que tiene la sorpresa que genera un ángulo, la importancia del espacio público (y cómo proyectarlo, siempre pensando en el usuario), la diversidad de tipologías que podemos encontrar en las ciudades, y sus respectivos modos de relacionarse con ella y de habitar de los ciudadanos... Con todo ello, con lo aprendido este curso y lo que aprenderemos en los siguientes, a día de hoy creo que lo que un urbanista debe hacer por su ciudad es entenderla, comprenderla desde la mayor hasta la menor escala, asimilar sus cambios, las relaciones personales que se producen y tener presente su memoria. A partir de ahí, hacer propuestas que potencien estos aspectos y mejoren las condiciones del espacio y la forma de habitarlo.